3 nov 2023

RUMIAR EL FUEGO

 


Lucha invernal contra los incendios | Un reportaje de Iñigo Leiva

En Osacáin, Navarra, hay dos praderas separadas por una barrera invisible. En una de ellas, la vegetación es frondosa y a lo largo de su extensión se entremezclan poco a poco pasto y arbustos hasta adquirir una gran densidad hilvanada con zarzas y rosales silvestres. En la otra, la homogeneidad que crea la hierba corta, como si de un campo de golf se tratara, solo se ve alterada por puntuales montículos de tierra atribuidos a la presencia de algún topo o roedor. Esta pradera se extiende hasta que comienza un pinar que escala por la ladera de una montaña. 

En esta explanada ha aparcado su Jeep verde Sergio Cobo, vecino del pueblo y un joven emprendedor que está sacando adelante un rebaño de vacas Galloway desde 2018. Estos animales tienen un pelaje largo y rizado de color negro zaíno y también alguna mancha blanca. Son originarias de Escocia y se caracterizan por no tener cuernos. 


Cobo saca una vara de castaño del maletero junto con una bolsa que contiene restos de comida con la que alimenta a unas cabras que descansan en una nave custodiada por dos mastines. Desde la pradera más silvestre, comienzan a mugir y a acercarse varias vacas. Su avance decidido se explica por la presencia del joven pastor. De repente, en un gesto casi simultáneo, las reses se detienen en un punto en el que la hierba de ambas praderas, la larga y la corta, forman una línea recta. Pero ante el sonido de los restos de comida en el saco meneado por Cobo, una de las vacas rompe la formación y avanza a la vez que otea el aire. Al traspasar el umbral invisible, delatado por el cambio de longitud de la hierba y pisar la pradera afeitada, se comienzan a escuchar unos pitidos que provienen de un dispositivo que lleva colgado del pescuezo y entonces, el animal se detiene. También se detiene el pitido, pero solo durante unos segundos porque enseguida se vuelve a escuchar un aviso sonoro que emana de esa especie de cencerro de plástico que cuelga del cuello de la vaca. La res, que todavía desea el contenido del interior del saco, se resigna, da media vuelta y regresa despacio hacia donde permanecen sus compañeras de rebaño. En este trayecto, deja de oírse de nuevo el aviso que emite su collar y al igual que en la anterior ocasión, tras unos instantes de silencio, se vuelven a percibir una serie de sonidos agudos que hacen reaccionar al animal. Pero esta vez, sí que se apresura en su retorno y comienza a galopar hacia la pieza frondosa traspasando el límite en el que su colgante comenzó a sonar, antes de que este deje de hacerlo.


Estos artilugios eléctricos son GPS. Forman parte de una tecnología nueva que Cobo viene utilizando en su rebaño desde hace 2 años. Es un invento noruego de una empresa llamada Nofence y que consiste en un vallado virtual invisible a los ojos. Si el ejemplar que curioseaba el saco con restos de comida no llega a retroceder a la zona asignada antes del tercer aviso sonoro, hubiese recibido una descarga eléctrica, asumible, pero molesta. “Yo tengo el collar instalado hace 2 años y ha habido solo 4 calambrazos -explica Cobo–, porque el animal ya ha sido entrenado para que ese sonido acústico haga que se vaya para atrás”. Mediante una aplicación para smartphone, Cobo puede delimitar cualquier zona en el mapa estableciendo unos márgenes virtuales que contienen al ganado a base de avisos sonoros. Con esta tecnología se consigue una mayor disponibilidad de comida durante todo el año porque quedan registradas las zonas por donde han estado pastando las vacas. Esto se traduce en ahorro en otro tipo de alimento.



Incendios también en invierno

Los datos recogidos por el departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente de Navarra manifiestan un aumento de incendios en el territorio respecto a 2022. En lo que llevamos de año, el número de incendios ha crecido un 34,8 %. La peculiaridad de la Comunidad Foral reside en que al contener dos climas, la estacionalidad de los incendios cambia. Por ejemplo, en los meses estivales, el riesgo de incendios se localiza en la mitad sur del territorio, establecido en los límites influenciados por un clima mediterráneo continentalizado e incluso desértico, que a pesar de carecer de vegetación, contribuye a secar más las zonas limítrofes de las Bardenas Reales. Sin embargo, en los meses más fríos, el riesgo de incendio se localiza en la zona norte de Navarra. 

Durante la temporada invernal, la masa arbustiva y herbácea de Baztán entra en parada vegetativa como las aulagas (Genista scorpius), o se seca como los helechos (Pteridium aquilinum) por haber terminado su ciclo reproductivo anual.


Helecho marchito. Foto: RosZie

Esto significa que la disponibilidad de combustible en el monte es alta, así que en momentos de elevada insolación y escasez de precipitaciones la posibilidad de incendio aumenta exponencialmente. El riesgo es tan real que Bomberos de Navarra activa una campaña en invierno, que en un principio comenzaba en enero y duraba hasta abril, pero como informa José Vicente Martínez, jefe de la sección de intervención operativa, parques, campañas y grupos de Bomberos y Bomberas de Navarra: “El cambio climático está haciendo que se solapen las campañas de invierno y de verano”. Martínez explica que la competencia en extinción de incendios forestales en Navarra les corresponde a ellos. Su plantilla se refuerza con dotaciones de personal fijo en los parques de Cordovilla, Oronoz-Mugaire y Burguete. Desde allí, coordinan las quemas de pastizal (quemas prescritas) solicitadas por ganaderos y que suponen un nivel de riesgo igual o superior a 3. “El monte gestionado es un monte mejor preparado para soportar incendios”, comenta Martínez, que explica que se están popularizando las quemas a bajo dosel, sobre todo en la zona media. Esta técnica utilizada para eliminar el matorral bajo de los montes consiste en quemar la vegetación que crece debajo de los árboles. “Hay que realizar un cálculo muy preciso teniendo en cuenta el tipo de combustible, el viento, la topografía y la cantidad de llama”, expone Martínez, y añade “las llamas afectan en cierta medida a los árboles, pero se recuperan enseguida”. El técnico hace hincapié en que es una técnica agresiva aunque eficaz para eliminar la materia prima con la que se alimentan los incendios en verano. Por su experiencia, alude a los últimos incendios de la zona de Ezkaba, donde en los dos últimos años consecutivos, se han producido incendios en su cara sur. “No cabe duda que en las zonas donde pasta el ganado, hay una mayor contención del fuego”, aclara Martínez, haciendo referencia al desbroce ovino que se aplica desde hace 3 años entre las localidades de Ansoáin y Villava.

De ese trabajo se encarga Roberto Urrutia, técnico especialista en gestión ambiental sostenible con pequeños ungulados rumiantes, aunque también se le conoce como el pastor de Ezkaba. Urrutia posee una explotación ganadera ovina de Lacha (Ovis aries) en Urricelqui y una quesería en la calle Corella de la Chantrea donde vende los productos lácteos de su propio rebaño. En octubre, Urrutia conduce a sus ovejas desde el valle de Lizoain-Arriasgoiti hasta Villava. Tiene un proyecto con el Ayuntamiento de la localidad con el que, por una parte, contribuye a dar visibilidad a un oficio ancestral y cultural en riesgo de desaparición, y por otra, colabora con la extinción de incendios. 


Roberto Urrutia llegando con su rebaño a Villava. Foto: Iñigo Leiva

Pastoreo contra el fuego

En septiembre de 2022, los vecinos de Villava miraban preocupados la dirección que habían tomado las llamas de un incendio que se había generado en la cara sur de Ezkaba Txiki. “Me consta que las llamas llegaron hasta donde pastan mis ovejas”, comenta Urrutia. Las llamas consumieron una densa masa vegetal de pinos jóvenes (Pinus nigra) y escobizo (Ephedra nebrodensis) y perdió fuerza en una explanada herbácea donde los bomberos pudieron mantener el fuego hasta que se quedó sin nada que quemar. Las ovejas de Urrutia son conocidas como ovejas bomberas porque aunque no se enfrenten a las llamas directamente, cada bocado que dan significa quitar material al fuego para que no pueda arder.


Roberto Urrutia junto a su rebaño en Huarte. Foto: Iñigo Leiva


En línea con esta idea, Sergio Cobo, el jóven pastor de Osacáin, también mencionaba: “Los collares que llevan mis vacas permiten que los Ayuntamientos o el Gobierno de Navarra tengan un gasto ínfimo a la hora de realizar este tipo de limpiezas porque no hay que instalar alambradas”. Como ganadero, le viene muy bien para tener control de sus animales las 24 horas del día. “Al parcelar un sitio, puedes controlar que no haya un sobrepastoreo, que es tan malo como el pastoreo en déficit”, desarrollaba Cobo. Urrutia sí que precisa de un cercado para que su rebaño de lachas pernocte. Los collares de Nofence no sirven para sus ovejas, así que traslada al rebaño como se viene haciendo durante siglos, mediante la trashumancia. Urrutia utiliza la red de vías pecuarias que hay por toda Navarra. Estos itinerarios, a pesar de haber sido enterrados por asfalto y hormigón guardan una legislación foral que da prioridad al paso del ganado sobre otros vehículos y actividades. “Estaré con las ovejas hasta que aguante el alimento”, expone el pastor de Ezkaba, que ya tiene experiencia de las anteriores dos ediciones de pastoreo en esta zona. Luego volverá de nuevo a orillas del río Erro para la época de cría. 

El trabajo de desbroce con ganado no hay que analizarlo desde una perspectiva puntual. “Es  algo que tarda años en dar resultado”, apunta Urrutia. Poco a poco, las reses van “comiendo” terreno a la vegetación. Ramonean los márgenes de los caminos y abren espacios para que entre la luz, posibilitando así la aparición de nuevas especies de plantas y permitiendo la biodiversidad. Prohibir el pastoreo en zonas naturales periurbanas es dar una ventaja a que la vegetación ocupe a su antojo el espacio. Aparte, estas decisiones van a suponer un coste económico y medioambiental en gestión forestal por las actividades de tala, desbroce y modificación radical del entorno. “El pastoreo, bien gestionado —como explica Cobo—, es progresivo y sostenible”. Estas actuaciones no dejan de ser una recuperación de la actividad ganadera de las zonas rurales que mantenía los montes más limpios. Como mencionaba Cobo, con los nuevos avances tecnológicos se puede prestar más atención al ganado para asegurar una diversidad en la naturaleza y conseguir que el pastoreo no desplace a otras especies. 


El control de esta convivencia entre naturaleza, agricultura y ganadería corresponde al departamento de Medio Ambiente. Según informan, desde su servicio de atención a la ciudadanía, la inclusión del ganado en un entorno periurbano debe hacerse de una manera controlada, al igual que los usos que se concedan a estos suelos, también deben tener en cuenta a la ganadería. “Hay que convivir con bicis, perros, etcétera, pero a los pastores también se nos tiene que valorar más”, manifiesta Urrutia, refiriéndose sobre todo a las instituciones. Por ejemplo, la legislación local prohíbe el pastoreo en las faldas del monte Ezkaba desde el año 93, donde pastan las ovejas de Urrutia. A Cobo, no le permiten meter el ganado en terrenos comunales. Entonces, sienten que se enfrentan a incongruencias entre lo que se dice y lo que se hace. Aseguran sentirse desatendidos ante las dificultades que supone hoy en día gestionar una explotación ganadera. 


La población urbana tiene un problema de educación con el mundo rural: “A veces, se echa en falta un poco de conciencia por parte de la gente que va a los montes”, reclama José Vicente Martínez. El bombero explica que el combustible que se queda en los montes, pudiendo ser pasto para el ganado, incrementa el riesgo de fuego de un territorio en combinación con las actividades de ocio. El técnico alude al último incendio que se originó en junio, junto al cementerio de Artica, presuntamente a causa de unos fuegos artificiales particulares y que calcinaron 240 m2 de pinos y arbustos. Desde el día 2 de junio de ese año, entraba en vigor la normativa que prohíbe utilizar fuego de manera recreativa en la zona sur de Navarra. Esto incluye Artica. No hubo ningún cuidado por parte de los dos presuntos detenidos para no utilizar estos artefactos incendiarios. Aparte están los niveles de riesgo, que los establece la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) teniendo en cuenta unos datos climatológicos. Según sus previsiones, esa semana había riesgo alto de incendios a causa de la escasez de precipitaciones en las últimas semanas. 


A cargo de la delegación Navarra de AEMET está Peio Oria. El meteorólogo pamplonés realiza en la actualidad un estudio para incorporar variables nuevas para así deducir el nivel de riesgo de incendio que hay en un territorio. “Hasta ahora hemos utilizado el método canadiense”, explica Oria. Este algoritmo utiliza unas magnitudes únicamente meteorológicas con las que desde la agencia sugieren el riesgo de incendio en una zona en donde se den esas condiciones determinadas. Estas variables son: la precipitación acumulada, porque puede variar el riesgo de incendio según se tengan en cuenta, por ejemplo, las lluvias de la última semana o del último mes; la temperatura, que aumenta el riesgo, sobre todo, en verano cuando se superan los 30 ºC; la humedad relativa del aire, que contribuye a aportar o a reducir la humedad de una masa vegetal y por último el viento, que no solo seca la vegetación sino que influye en la propagación de los incendios. 


A pesar de utilizar estos datos, Oria asegura que hay veces que las estimaciones están por encima del riesgo real, según ha podido cotejar a pie de campo con técnicos de medioambiente. En este punto es en el que está trabajando Oria junto con un grupo de meteorólogos. Los expertos consideran que añadiendo nuevos componentes a esa fórmula matemática, como la insolación que ha recibido un territorio o la cantidad de agua que contienen las plantas de un lugar, se va a contribuir a precisar aún más lo proclive que es una masa arbórea para arder. “Cuando introduzcamos la componente del estado de la vegetación, seguramente nos ayude a corregir y no sobreestimar el riesgo de incendio”, añade el meteorólogo navarro.  Esto es posible gracias a la tecnología satelital de la agencia meteorológica con la que se puede emplear la teledetección para analizar la masa forestal desde el espacio. Así que la coordinación de personas como Oria, Martínez, Cobo y Urrutia, y como ellos, todos los ganaderos que estuvieran dispuestos, harían posible un retorno hacia unos montes más ignífugos. 

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