1 ene 2023

A través de la pantalla


Cruzó por delante del cañón. La estela luminosa que atravesaba la sala dibujó la sombra delgada y encorvada de Fermín en la pantalla. El resto de los alumnos de aquel cursillo de audiovisuales ya estaban acostumbrados a su impuntualidad. Solía llegar a última hora de la tarde cuando la proyección de cortometrajes ya había comenzado. Su silueta era inconfundible: dentro de una gabardina, pelo alborotado y siempre con su cámara de vídeo en las manos.

Javier se removía en una esquina del aula porque no soportaba que interrumpieran su clase. El cristal de sus gafas reflejaba el brillo de la proyección en la oscuridad cada vez que se giraba para comprobar cómo Fermín sorteaba a tientas las sillas hasta llegar a su asiento. A pesar de que quedaban sitios libres junto a la puerta, prefirió avanzar hasta su lugar habitual junto a Maialen, su compañera de trabajo. Cuando consiguió llegar, arrastró la silla provocando un chirrido fuerte que distrajo a todos. Desde la mesa del profesor, Javier emitió un histérico "¡Chssssss!", Fermín se dio por aludido y se apresuró a sentarse.

Después de que terminaran de pasar los créditos finales del film, Javier encendió las luces y especificó las pautas que debían cumplir los trabajos de esa semana. Maialen encendió su ordenador y lo orientó hacia Fermín, que ya se sentía algo más centrado en su silla.

—¿Qué tal, Fermín? ¿Has podido grabar lo que nos pidió Javi? —rompió el hielo Maialen.

—Sí, lo traigo en la cámara —explicó mientras señalaba el recuadro luminoso de su filmadora.

—¡Perfecto! —celebró su compañera.

Maialen cogió con cuidado la máquina para extraer la tarjeta de memoria. A ella le hubiera gustado entregar un vídeo relacionado con la música, pero al ver que Fermín se quedaba sin pareja no pudo evitar sentir lástima y le propuso una colaboración. "Tenemos que hacer un vídeo de mi pueblo", repetía el anciano cuando valoraron los posibles temas de su cortometraje. La joven enseguida vio el potencial de esa temática, ya que podía darle un enfoque interesante desde el punto de vista del abandono del medio rural.

Los archivos se copiaron en el portátil y ambos comenzaron a hilvanar los clips de vídeo en el programa de edición. Era un primer borrador, así que arrastraron los archivos a la línea de tiempo sin prestar demasiada atención. Primero, un plano general del pueblo. Después, una toma del ayuntamiento.

También utilizaron imágenes de la iglesia y del frontón. En otro corte, se podía ver a Fermín atravesando un jardín descuidado hacia una casa de piedra. "Hola otra vez, me llamo Fermín y este es mi jardín, y esta es mi casa", se escuchó a través de los altavoces internos del PC.

—Ahí vivo yo —señaló muy entusiasmado.

—La calidad de la imagen es buena —apuntó Maialen sin saber muy bien qué decir.

—Muchas gracias, eh... perdona , ¿cuál era tu nombre? —preguntó Fermín algo avergonzado.

En ese momento, el profesor se levantó de su silla y anunció el final de la clase. Los alumnos salieron de aquel edificio municipal y como cada viernes, varios de ellos, entre los que se encontraba Maialen, fueron a cenar algo con el profesor, tal y como venía siendo habitual desde hacía algunas semanas. Fermín, sin embargo, abrió su cámara y se fue alejando ensimismado por la calle Mayor sin decir nada y cerrándose las solapas de la gabardina.

El grupo de estudiantes decidió ir al bar de siempre. Se sentaron junto a una estufa en la terraza y comenzaron a hablar de travellings, planos secuencias y steadycams. Así, pasaron un buen rato, y después de tomar unas cañas y comer unos bocadillos, se fueron retirando a sus casas. Maialen y el profesor decidieron quedarse un rato más. Los dos jóvenes se vieron de repente atrapados en lo que parecía una cita de una comedia romántica. El tumulto de las otras mesas hacía que el silencio incómodo de la situación fuera algo insignificante.

En medio de una conversación superflua, a Maialen se le ocurrió sacar su portátil y aprovechar la presencia de Javier para que le ayudara con el montaje de su proyecto audiovisual. Al abrir la carpeta que contenía los vídeos, decenas de miniaturas rectangulares se extendieron sobre un fondo blanco formando un mosaico simétrico. La mayoría de ellas mostraban en primer plano la cara de Fermín. El resto eran una mezcla de paisajes y calles de piedra anaranjada. La primera de todas, la más reciente, mostraba una imagen de Javier dando clase. La fecha indicaba que había sido grabada unas horas antes.

—¡Vaya! Creo que he robado todos los vídeos a mi compi —se sorprendió Maialen.

—¡Fíjate! —señaló Javier acercándose a Maialen—. Si parece un youtuber —añadió burlándose—. Además, ¿qué es esto? ¡Tiene todas mis clases grabadas!

Animados por el alcohol y por los efluvios de la cerveza, la pareja había encontrado la manera de disfrutar de disfrutar de ese plan improvisado y comenzaron a ver los vídeos de su alumno y compañero ausente. "hola, me llamo Fermín, y este es mi pueblo, y es muy bonito, y me gusta mucho, y por este camino se va a la panadería", —escucharon por los altavoces del portátil y rieron al unísono.

What a fuck? —gritó el profesor—. ¿Qué locura es esta?

—Es ridículo —comentó Maialen—. Voy a borrar alguno, que tanto vídeo me ha dejado sin memoria.

—¡Espera!. abre otro cualquiera —apresuró Javier.

Los jóvenes cada vez estaban más juntos y empezaban a golpearse suavemente a la par que carcajeaban y tomaban cerveza. Maialen, de forma sutil, giró la pantalla hacia ella para conseguir que Javier arrimara su silla un poco más. "Hola otra vez, me llamo Fermín y este es mi jardín, y esta es mi casa". Maialen reconoció la escena:

—¡Mira, ahí es donde vive este! —señaló—. Me lo ha dicho antes en clase.

En ese momento, Javier agarró las manos de Maialen, se miraron fijamente y la estufa llameó cuando los labios de la joven se calentaron en los de su profesor. A través de sus gafas empañadas, Javier miró de reojo el ordenador, estiró el brazo y lo apartó para no ver más a Fermín, que seguía en la pantalla, esta vez agachado frente a un sofá, tapando con su gabardina un esqueleto extendido, mientras por los altavoces se le escuchó decir: "Y esta es Martina, la mujer de mi vida".

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