En palacio, pasillos de mármol
y barniz en la madera,
rincones sin telas de araña y en los techos arañas de cristal,
las bisagras de las puertas
no rechinan,
y las paredes muestran obras de arte antiguo.
Qué sabran de paseos de barro
ahí dentro,
del crujir de los árboles en tormentas de viento,
de las perlas de lluvia delatando la seda arácnida,
y de techos de luz, sombra, nubes o estrellas.
Qué sabran de senderos improvisados ahí dentro,
sin puertas ni ventanas que te separen del riesgo exterior,
del arte efímero, ilegal y colorido,
de la lucha de la naturaleza con nuestra urbanidad.
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