Esta es una historia real en la que explico cómo una especie de árbol consiguió vencer a 2000 antílopes. Quizás nuestra paciencia no esté hecha para percibir los movimientos de las plantas, pero después de esta historia tu percepción cambiará.
Los hechos ocurrieron en la década de 1990 en el nordeste de Sudáfrica. Concretamente en una extensión de sabana conocida como Parque Nacional de Kruger.
En aquella reserva, se reunió a una gran cantidad de ejemplares de Kudú para protegerlos. Compartían territorio sobre todo con jirafas. En cuestión de días, 2000 de aquellos ejemplares yacían muertos sin aparentes signos de ataque.
En ese momento entró en juego el especialista en manejo de vida silvestre Wouter Van Hoven, @woubul, un científico sudafricano que comenzó a estudiar el suceso. Gracias a las autópsias realizadas a los Kudús, comprobó que sus hígados presentaban síntomas de envenenamiento.
¿Quién había envenenado a tantos Kudús? ¡Imaginaos qué situación! Además, uno de los problemas que tuvo que solucinar Hoven fue el hecho de que ninguna de las jirafas que compartían territorio con los antílopes Kudú fallecieron, así que tuvo que profundizar su observación.
Tenía que ser la alimentación. Hoven se fijó en que las jirafas, debido a su morfología, seleccionaban escrupulosamente las hojas de las que se alimentaban. Sin embargo, los Kudús solo podían acceder a las hojas que proporcionaban las acacias. (El País – 12/09/1990)
Hoven descubrió una gran proporcion de taninos en los restos de comida de los hervívoros analizados, pero estos datos no se correspondían con los resultados de analizar el follaje de las acacias. ¿De dónde venía el veneno?
Es en ese momento cuando el científico sudafricano ve una estrecha relación entre lo que está ocurriendo y un estudio realizado por el biólogo Jack Schultz y el químico Ian Baldwin en 1983, que aseguraba que los árboles se podían comunicar entre ellos químicamente. [Baldwin 1983]
La investigación de Hoven concluyó en que cuando un ejemplar de acacia se defoliaba este emitía una señal química para avisar a sus congéneres de que estaba siendo atacado. Concretamente, las acacias liberan etileno y necesitan estar a menos de 45 metros para poder comunicarse.
Las acacias, una vez perciben la sustancia en el aire, aumentan la proporción de taninos en sus hojas hasta un 250%, lo que las convierte en un alimento tóxico para los herbívoros. Las jirafas de la reserva, permanecían alejadas del riesgo gracias a sus largos cuellos.
Hay muchos más ejemplos de comunicación química vegetal. Según @Miguel_HerreroU escritor del libro (El alma de los árboles) «se sabe que el maíz, en caso de sufrir un ataque de orugas, emite un gas que atrae a avispas comedoras de orugas». Una perfecta simbiósis química.
Pero conociendo casos así, no es dificil terminar dándose cuenta de lo que se dio cuenta el cineasta @MNightShyamalan para realizar su película El incidente (The Happening).